LA INICIACIÓN
En todas las escuelas herméticas hay
una ceremonia con la cual se recibe al candidato, conocida como Ceremonia de
Iniciación.
Esta ceremonia, pese a no ser
comprendida por la mayoría de los candidatos, es un acto sobremanera
significativo, cuya verdadera importancia está oculta tras la verdadera
apariencia del velo exterior.
La palabra Iniciación, que viene del
latín initiare, de initium, inicio o comienzo, se deriva
de dos: in, hacia adentro, e ire, ir, o sea ir hacia adentro o
penetrar en el interior.
Pero ¿quién entra y cómo se puede
entrar en el mundo interno?.
De la etimología de la palabra se
desprende que el significado de la Iniciación es el ingreso en el mundo interno
para comenzar una nueva vida.
La Iniciación Masónica es una perla
inestimable en la corona de la simbología. En la Logia hay un cuarto de reflexión,
símbolo del interior del hombre. Todo ser humano, al cerrar sus sentidos al
mundo externo, se encuentra en su ámbito de reflexión, aislado en la oscuridad
que representa las sombras de la materia física que rodean al alma hasta la
completa maduración. Ese interior oscuro es el estado de conciencia del profano
que vive siempre fuera del Templo y en medio de las sombras.
Desde el momento en que el
practicante comienza a dirigir la luz del pensamiento concentrado hacia su mundo
interior, la Iluminación comienza a invadir su Templo, poco a poco, y el
dominio de su mente equivale al aceite que alimenta a la lámpara encendida.
Entonces, el Iniciado es el ser que
dirige su pensamiento al mundo interno o mundo del espíritu, pensamiento que lo
conduce al conocimiento de sí mismo y del Universo, del cuerpo y de los Dioses
que en él habitan.
El Espíritu único y Universal se
diversifica en todos los seres que se hallan en el Cosmos. Estos dioses del Universo
tienen sus representantes en el cuerpo humano y esos representantes se llaman
átomos.
Por eso dice Hermes, y con razón: “Lo
que está arriba es como lo que está abajo”. Y por eso dice Jesús: “El Reino de
Dios está en vosotros”.
La Puerta
de la Iniciación
La Puerta de la Iniciación
verdadera, que conduce al Reino de Dios, en el mundo interno, es el CORAZÓN.
La Iglesia Católica ha dedicado gran
parte de su culto al Corazón de Jesús y al Corazón de María, objetivando, tal
vez, esa práctica para que el hombre, con el tiempo, tenga la felicidad de
subjetivarla.
Hay una ley, corroborada
científicamente, que muchos ignoran y es la siguiente: Cuando uno dirige su
pensamiento hacia un punto al interior de su cuerpo, hacia allá afluye la mayor
cantidad de sangre.
Desde que el hombre, hijo pródigo
del Padre Celestial, deambula por el desierto de la materia, alimentándose de
los placeres que debilitan el alma y el cuerpo, ha habido, dentro de su
corazón, una voz silenciosa que lo ha llamado con insistencia para que volviera
a su lar; sin embargo, el hombre, embebido en sus placeres materiales, no la
escucha. El aspirante la oye y responde a su llamada cuando vuelve a su
corazón.
En su búsqueda interna encuentra a
ocho guías, en diferentes etapas del camino, cuya misión es conducir al Iniciado,
si los sigue hasta el fin, ante el Padre, a la Unión con el Infinito.
El Hombre, en esta naturaleza
migratoria, asciende en su centro-corazón a la estrella de Belén del Cristo nacido:
entonces los tres Reyes Magos (cuerpo vital, cuerpo de deseos y cuerpo mental)
deben seguir la estrella de Cristo en dirección del corazón hasta llegar al
Padre.
El Tabernáculo en el desierto es el
cuerpo humano en el mundo, es el hombre peregrino hasta la Eternidad. Este Microcosmos
se mueve cíclicamente en un círculo alrededor del Dios Íntimo que reside en su
interior y que es origen y meta de todo.
En el interior del
Tabernáculo-cuerpo está diseñada la representación de cosas celestiales y
espirituales. Es preciso venerar todas las partes del cuerpo humano y
comprender todas sus realidades sublimes y gloriosas.
¡Es la voz
del Gran Chaman!
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