LA PARTE SANGRIENTA DE LA IGLESIA
Febrero de 1231. El Papa Gregorio IX publica una Constitución por la que instruye
un Tribunal Eclesiástico destinado a inquirir y castigar a aquellos que fueran
en contra de la fe. Esta constitución daba plena libertad a los obispos,
precisando que se debía buscar a los herejes en aldeas y poblados. Advirtiendo
que no sólo sería castigado el hereje, sino cualquier oficial incompetente en
la búsqueda ó cualquier persona que ayudase a estos. Una curiosidad es que
aquellos que decidieran, luego de ser juzgados, regresar a la fe, debían ser
encarcelados de por vida para hacer penitencia.
El papa Inocencio IV en el año 1252 autoriza su uso a través de un
tratado llamado "Ad extirpanda", que aplica la tortura pero pone
restricciones a que: se mutile a los prisioneros y se evite el peligro de
muerte. Estas dos últimas condiciones no fueron siempre respetadas. Los
tribunales empleaban en un principio cuatro tipos de torturas terribles, y que
aquí describo:
FLAGELACIÓN. Se desnudaba al reo hasta la cintura,
dejando su torso al descubierto. Una vez hecho esto, el verdugo lo azotaba en
la zona descubierta hasta que confesaba, o hasta que terminaba perdiendo el
sentido.
EL POTRO. El potro consistía en una tabla, o rueda
en muchos casos, sobre la que era apoyado el reo y atado de pies y manos por
unas cuerdas que eran tensadas por medio de un torno. Ante las preguntas del tribunal, y obteniendo respuestas desfavorables, se iban
tensando progresivamente las cuerdas para infringir dolor sobre el reo. En
muchos casos se llegaba a la dislocación de las extremidades.
L´ESTRAPADE. Así fue llamada en Francia la tortura de
La Cuerda. Esta tortura consistía en una polea que era colgada del techo dentro
de la sala de torturas; luego tomaban al reo y le ataban las manos a la
espalda, con una cuerda que pasaba por la polea. Una vez que estaba bien
sujeto, el reo era elevado a dos e incluso hasta tres metros para luego dejarlo
caer violentamente. El procedimiento se repetía hasta obtener la confesión, o
hasta que el reo quedaba exhausto.
LOS CARBONES. Para esta tortura se utilizaban carbones
al rojo vivo, y eran aplicados en las zonas más sensibles del cuerpo.
Los métodos
utilizados en las salas de tortura
fueron cambiando, y perfeccionándose convirtiéndose en autenticas máquinas de
dolor.
LA BOTA. Constaba de dos maderas que se sujetaban
a las pantorrillas del acusado, y al ser tensadas por un torniquete, se
apretaban hasta hacer que el hueso crujiese. Por supuesto los condenados no
contaban con tanta suerte, y hasta que el hueso se rompía, debían pasar largas
horas de tortura.
LOS CORDELES. Eran unas cuerdas trenzadas que se enrollaban
en los brazos y piernas del acusado, y se tiraba de ellas hasta que se abría la
carne.
LOS PRENSA PULGARES. Eran unas tenazas que se adaptaban a los
dedos y que eran presionadas hasta hacerlos casi reventar.
EL FUEGO. Untar los pies del reo con Aceite o
Manteca, luego ponerlos en un molde asegurándose de trabarlos bien, y llevar a
fuego lento durante unas horas.
LA CABRA. Consistía en bañar los pies del reo (que
se encontraba atado) en agua salada. Acto seguido, se le acercaba una cabra a
los pies. El animal comenzaba su lenta tarea de pasar su rugosa y áspera lengua
lamiendo la planta de los pies del reo y, sin detenerse, seguía repitiendo este
acto hasta que desollaba la piel, la carne y llegaba hasta el hueso.
EL AGUA. La tortura del Agua consistía en poner
un paño húmedo en la garganta del reo al mismo tiempo que se le destilaba agua
por la boca y la nariz para finalmente cortar las vías respiratorias. O en
muchos casos se les ponía un embudo en la boca, y se les hacía ingerir grandes
cantidades de agua hasta casi reventar.
¡Es la voz del Gran Chaman!
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