LAURA Y LAS AGUJAS DE PUNTO
Hola, me llamo Javier y hace tres meses
que perdí a mi esposa Laura en un accidente de automóvil.
Desde ese día no la he podido olvidar.
Todavía recuerdo su precioso pelo largo, su aroma fresco y natural, sus
preciosos ojos azules, pero sobre todo lo que no he podido olvidar es su
preciosa sonrisa.
Todo este tiempo no he dejado de
llevarle un ramo de rosas rojas a su tumba, sus flores favoritas. Y no he
dejado de pedirle que regrese a mi lado...
En el reloj de pared sonaron las doce
de la medianoche y Javier se dispuso a acostarse. En ese instante sonaron unos
golpes en la puerta ¿Quién podía ser a esas horas? Y además Javier no esperaba
ninguna visita.
Abrió la puerta y en su cara se dibujó
un gesto de estupor. Al otro lado, en el frío de la noche estaba su esposa
Laura; no podía ser, pero era ella, mucho más demacrada, pero era Laura. Javier
se dispuso a abrazarla y en ese momento, de la boca de Laura salieron estas
palabras:
"No me toques, no se te ocurra
tocarme. Si he venido ha sido solamente porque tú me lo has pedido".
Laura entró en la casa y se sentó en su
sillón favorito, y pidió a Javier:
"Tráeme un ovillo de lana y las
agujas de hacer punto".
Javier entró en la habitación y volvió
con las cosas que le había pedido su esposa.
Cuando Laura las cogió en sus manos,
comenzó a hacer punto frenéticamente; parecía un autómata. Javier se quedó
absorto mirándola, y no se dio cuenta de algo que se movía en uno de los ojos
de Laura; ¡Era un gusano!
Además tampoco se apercibió que un
trozo de piel de la mejilla de Laura había caído al suelo, y se podía ver el
hueso.
Javier estaba cansado. Preguntó a Laura
si quería acostarse, ésta negó con la cabeza. Javier se acostó. Despertó a las
cinco de la madrugada. Se acercó al sillón y allí estaba Laura, haciendo punto.
Parecía algo demoníaco y Javier se abalanzó para quitarle las agujas, y
entonces....
A las nueve de la mañana entró en la
casa la señora de la limpieza. Y la escena que vio en el comedor no la
olvidaría nunca.
En el suelo, en medio de un gran charco
de sangre estaba el cuerpo inerte de Javier con el cuello atravesado por dos
agujas de punto.
Y en el sillón estaba el cuerpo en
descomposición de su esposa Laura.
¡Es la voz del Gran Chaman!
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